martes, 1 de febrero de 2011

La legalización de las drogas


Manuel Padilla Muñoz.
La despenalización y legalización de las drogas, no es la panacea de la solución al problema del narcotráfico y la inédita ola de violencia generada por el crimen organizado en México que ha cobrado ya casi 30 mil vidas. Estamos ciertos que, aún legalizando las drogas, el arsenal de los cárteles seguirá ahí, dispuesto para matar a ciudadanos inocentes, policías y militares. Menos se vería minimizada su capacidad de secuestros, chantajes, cobro de “derecho de piso” y demás delitos.

Engañaríamos a nuestros ciudadanos si aseveramos -como algunos de sus defensores- que la legalización de las drogas pudiera ser una especie de toque mágico, superpoderoso, para finalizar muchos problemas que padecemos.

A fuerza de ser sinceros, la despenalización del consumo de drogas prácticamente existe en México. Desde esta óptica, a los adictos se les trata como enfermos. Lo que ha fracasado es el uso del derecho penal para combatir el tráfico de estupefacientes, junto con la impunidad, que integran el binomio perfecto para potencialización del crecimiento de otros delitos, ya que el gigantesco poder económico y corruptor de los cárteles les ha permitido agregar delitos como el secuestro, extorsiones, cobro del “derecho de piso”, robo de autos, administración de giros negros y tráfico de personas.

Resulta incierto sostener que la legalización minaría las bases financieras de las bandas del crimen organizado. Hay quienes sostienen que al elevarlas a sustancias legales bajarían de precio y, regularizarlas, se integrarían a la economía formal.

Si bien es cierto que lo prohibido es caro y al legalizarlas descenderían de costo, con extender la base de venta a mayor número de personas se lograría el equilibrio de ganancias extraordinarias. Drogas más baratas aumentaría el número de consumidores.

En los momentos que vivimos, el combate a las bandas del narcotráfico se ha centrado en una guerra callejera. La forma eficaz de que el estado destruya a los cárteles es el ataque al “corazón” de esas bandas, atacando, con todo el rigor de nuestras leyes, el lavado de dinero y la impunidad.

De llegarse a legalizar la producción, comercialización y consumo de drogas en México se llegaría al extremo de venderse en cualquier tiendita de las colonias, en las llamadas tiendas de convivencia.

El negocio de la venta de droga en México, estima la DEA, es entre 25 y 30 mil millones de dólares anuales.
En Holanda, país donde hace tiempo (la década de los 70) se legalizó la venta de droga, ésta se vende en los llamados “Coffeeshop” (máximo cinco gramos por persona y al día), que son una especie de tiendas comparables a las de convivencia de nuestro país. Sus resultados, después de algunos años, todavía son discutibles. Una cosa es cierta, aceptan los políticos holandeses, ha aumentado en su país el llamado “turismo de drogas”, es decir, turistas que tienen en ese país el paraíso para consumir drogas sin la menor molestia.

Al igual que en Holanda, de legalizarse la droga en México, deberían establecerse diferencias: drogas “blandas”, como la mariguana y el hachís y las “duras”, éxtasis, cocaína y heroína.

Si hemos de ser sinceros, en México, desde hace tiempo se encuentra legalizado el consumo de drogas. La diferencia es que al adicto se le trata como una persona enferma. Un adicto, en México, puede acudir a las autoridades a fin de que, mediante un examen toxicológico, se le determine la cantidad de droga que diariamente puede consumir (un promedio de 30 gramos de mariguana) sin ser molestado.

Esta autorización, no le da el derecho a traer varios kilos de la droga pues, por simple lógica, significa ello que se dedica a la comercialización del enervante. Y esto es precisamente lo que castigan nuestras leyes, no el consumo de los adictos en una cantidad que les es necesaria, sino la comercialización, el tráfico.

Aparte de los daños a la salud que provoca el consumo indiscriminado de las drogas, que en algunos casos llega hasta la muerte, son los daños colaterales los que más deben importarnos. La desintegración, lenta pero inexorable, de la familia, base fundamental de la sociedad, es el principal daño. La pérdida de los valores sociales que afectarán también a la convivencia social y el posible aumento de la delincuencia, son factores que deben ser tomados en cuenta durante el análisis popular que propone el Presidente espurio Felipe Calderón.
El espíritu belicoso del soldadito de chocolate, llamado Felipe Calderón, quien declaró una “guerra” unilateral al crimen organizado ha tenido un costo social y económico para el país. Casi ya los 30 mil muertos en su administración y más de 10 mil millones de dólares invertidos en balas, tanques y helicópteros así como el deterioro de la imagen mundial de México y un impacto negativo de la inversión extranjera y el turismo. Imaginemos si se amplía a todo el territorio la legalización de las drogas. Todo ello legitimado con el lema calderonista de “para que la droga no llegue a tus hijos”, cuando sigue llegando.

Sumamente incomprensible nos resultaría comprender el agrado de los padres de familia al saber que, ya legalizado el consumo de drogas, sus hijos puedan adquirirlas con suma facilidad en cualquier tiendita, como se compra un dulce o un chicle. Aún sin pretender una convicción conservadora, resulta impensable siquiera aceptarlo. Sería la negación de la raza humana, su degeneración.

Habría que preguntarnos: ¿Por qué legalizar? ¿Qué se entiende por legalización? ¿Quién va a controlar? ¿Cuánto van a costar las drogas?

Hay cuatro rubros que el análisis de la legalización de las drogas en México necesitaría, ineludiblemente, incluir:
1).- El combate a la corrupción de alto nivel.
2).- La instrumentación efectiva de un programa de desmantelamiento patrimonial a los criminales.
3).- Una política de prevención de las adicciones y disminución del daño.
4).- Un programa de coordinación inter-institucional de combate a la delincuencia.

El debate nacional sobre el tema tenía que llegar tarde que temprano y en México parece que va tomando forma. Analicemos los objetivos, dilemas y riesgos que se corren.

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Manuel.padilla19@gmail.com

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